En España, todos los residuos radiactivos de media y baja actividad se almacenan en El Cabril, una antigua mina de uranio abandonada ubicada en pleno corazón de la sierra cordobesa de Albarrana, en el término municipal de Hornachuelos, propiedad de Enresa (Empresa Nacional de Residuos Radiactivos). Los residuos se almacenan en superficie y no en profundos silos bajo tierra, en un modelo de instalación importado de Francia.
Actualmente, El Cabril, está a la mitad de su capacidad. De mantenerse el presente ritmo de almacenamiento (un camión al día, 240 días al año), en torno al año 2030 habrá colmatado su capacidad, tiempo insuficiente para que las ansiadas centrales nucleares de fusión, mucho más limpias, funcionen. Pero hasta el día en que éstas funcionen plenamente, parece ser que la única alternativa pasa por el aislamiento de estos residuos radiactivos en una especie de celdas de hormigón, fabricadas a prueba de terremotos, esperando que las radiaciones se vayan apagando con el paso del tiempo.
Pero, ¿qué ocurrirá cuando El Cabril no pueda admitir más volumen de residuos radiactivos?. Llegado ese momento, El Cabril será cubierto totalmente con tierra, sobre la que luego se plantarán árboles y matorrales autóctonos, de manera que el paisaje no se verá afectado. Toda la masa de hormigón, diseñada a prueba de terremotos de alta intensidad (grado 8 en la escala Richter), quedará sepultada bajo tierra durante los 300 años, que los expertos estiman necesario para que los residuos radiactivos de media y baja actividad dejen de emitir radiaciones.
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